La preocupación por los problemas medioambientales no es nada nuevo. A mediados de los años 70 del siglo pasado, con el objetivo de concienciar sobre estos problemas que afectan al planeta, se decidió que el 5 de junio se celebraría el Día Internacional del Medio Ambiente.
La siembra de esta concienciación ha tenido una maduración muy lenta y las actuaciones globales al respecto no han sido muchas. Supongo que eso de pensar en modo “los que vengan detrás ya se apañarán” ha sido la tónica de estos años.
Pero en retrospectiva hay grandes cambios positivos. Muchos vienen de la mano de las nuevas generaciones, mucha más concienciadas del problema que las anteriores. También del progresivo aumento de esta misma concienciación dentro de algunas empresas y del reconocimiento del importante papel que pueden adoptar al respecto.
Otros cambios vienen espoleados por normativas más estrictas que son o serán en breve de obligado cumplimiento (para el cumplimiento de objetivos de descarbonización para 2030).
Y es que a la mayoría nos queda claro que nuestro paso por el mundo no es inocuo, que nuestro consumo, nuestra producción, nuestras adquisiciones… dejan huella medioambiental y en concreto se ha puesto el foco en la huella de carbono.
Por poner un ejemplo, la huella de carbono de una simple taza de café se ha medido en unos 20 gramos de CO2. Si le añadimos leche de vaca asciende a unos 700 gramos, mientras que si fuese de soja serían unos 100 gramos. No se trata de sustituir leche por soja, solo que tengamos presente que nuestro día a día deja y dejará huella medioambiental hasta en el consumo más básico.
Pero más allá de crear alarma, es importante entender que si los procesos y pasos que te han llevado el café a la mesa se hacen sostenibles, esta huella se podría reducir un 70%.
Medir sólo la huella de carbono puede parecer un indicador bastante limitado, pero por alguno que empezar a medir y, si queremos que tenga adopción estándar rápida, tampoco deberíamos hacerlo complicado.
Y ahora que ya sabemos qué hay que medir y por qué motivos, solo falta saber qué herramientas usar para medirlo y gestionarlo. Y aquí es donde entra en escena Microsoft Sustainability Manager.
Calcular la huella de carbono implica medir la cantidad total de gases de efecto invernadero (GEI) emitidos directa o indirectamente por una persona, organización, evento o producto.
Microsoft Sustainability Manager (MSM, para abreviar) es una plataforma en la nube diseñada para ayudar a las organizaciones a gestionar, rastrear y reportar sus datos de sostenibilidad. Permite integrar y analizar datos de diferentes fuentes para ofrecer una visión en conjunto del impacto ambiental de la empresa.
Posteriormente, el equipo de gestión de sostenibilidad de la empresa será el que interprete y actúe sobre los datos proporcionados por la plataforma, con el fin de adoptar prácticas más sostenibles que contribuyan a reducir la huella de carbono de su organización.
Además, ayuda en el cumplimiento de las regulaciones ESG, informes obligatorios, comprobados y fácilmente auditables, y para el cumplimiento de la Directiva Europea de Informes de Sostenibilidad Corporativa (CSRD). El CSRD es un mandato de la Unión Europea que obliga a las empresas a presentar información sobre sostenibilidad en tres categorías: Alcance 1 (emisiones directas), Alcance 2 (emisiones indirectas) y Alcance 3 (actividades ascendentes y descendentes, como el transporte, los residuos operativos y los bienes y servicios adquiridos).
¿Y cómo lo hace? MSM ofrece una plataforma receptora de datos de los orígenes más dispares dentro de una organización como, por ejemplo, lecturas de consumo eléctrico y de qué origen proviene, consumos de agua, viajes y por qué medio se han realizado… Incluso puedes computar las emisiones derivadas del uso de la plataforma Microsoft 365 o herramientas de Azure (Emissions Impact Dashboards)… Orígenes de los más dispares, desde datos en tablas del ERP, por ejemplo Dynamics 365, hasta de sensores IoT.
Algunos de estos datos están estructurados y otros poco o nada. Pero al final, mediante procesos de transformación adecuados, toda esta información se acaba volcando al modelo de datos de MSM, en procesos automatizables.
La arquitectura de la solución es compleja e implementarlo puede ser un gran desafío.
Una vez se dispone de la información de actividades podemos calcular las emisiones generadas y su intensidad. Para ello tenemos los modelos de cálculo preconstruidos para emisiones de alcance 1, 2 y algunas de alcance 3.
A grosso modo, el producto entre unidad de Actividad x Factor de emisión nos proporciona la emisión total.
En caso de requerir modelos más sofisticados, MSM permite crear cálculos adaptados o personalizados. Por poner un ejemplo, el flujo de emisiones que genera un viaje de trabajo podría mapearse del siguiente modo, dependiendo de si hay o no pernoctas:
Estos cálculos, para todas las actividades creadas en la aplicación, nos proporcionan el total de emisiones, que podremos analizar en los informes de emisiones disponibles, de forma fiable, cumpliendo la normativa, fácilmente auditables y con información actuable.
Microsoft Sustainability Manager no contribuye únicamente a ayudar a implantar buenas prácticas medioambientales. A través de la medición automatizada, podemos considerarlo un componente crucial de la estrategia empresarial, y algo susceptible de convertirse en una ventaja competitiva. Porque hacer las cosas bien no es solo gratificante, también mejora tu imagen de marca y, en última instancia, puede ser hasta un argumento de venta.